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Diario de la India

Por Martín Villafañe

 

Después de días sin dormir bien, llego al aeropuerto Indira Gandhi. En pocas horas tomo el vuelo de regreso a casa. El viaje desde Jaiselmer de regreso a Delhi me llevó tres días completos de combinaciones de bus y tren más las esperas en las estaciones de diversas paradas intermedias.

No puedo creer que las vacaciones hayan llegado a su fin. Si bien estoy cansado de casi un mes de vacaciones, me da pena dejar un país que ahora, de golpe, parece como si lo empezara realmente a disfrutar. Entonces es cuando empiezo a recopilar la experiencia en la India, que en pocas horas más llegaría a su fin.

Recuerdo haber llegado a Delhi unos días atrás. En esta ciudad pude corroborar como el occidente y oriente de desdibujan en una mezcla de culturas que están muy distantes de la nuestra. Restaurantes multinacionales se intercalan con los de la cocina típica del país, conocidas por sus distintos sabores y por lo picante de sus platos.

La India es un país donde existen más de 400 millones de vegetarianos. Lo que significa que no fue difícil encontrar comida que satisfaga mis expectativas (soy vegetariano). Sí, en cambio, fue complicado disfrutar de delicias que no tuvieran algo de "masala" ("picante" en indio) en sus recetas.

Una marea humana rebosa en las calles de la ciudad capital de este país de más de mil millones de almas. Los llamativos saris (vestimenta femenina típica de coloridas túnicas) se pierden ante la majestuosidad de palacios y monumentos que plagan esta enorme urbe.

En cada esquina se olfatea, entre otras cosas, el inconfundible aroma a especias. Difícil es también no encontrarse con las famosas vacas aquí veneradas o "sagradas" que entorpecen el tránsito. A estos imperturbables animales los dejan literalmente parados en el medio de los caminos y calles de las ciudades a lo largo y ancho del país.

También recuerdo el amanecer en el Ganghes, que se esconde bajo un manto de neblina (¿o smog?), que transforma a la ciudad de Benarés en un lugar de pura mística. Desde los botes se observan las ceremonias de cremación de los cuerpos en las orillas del río, como también el festival del PUJA donde los locales dejan que la corriente del río transporte las velas encendidas en pequeños capullos. Estos llevan sus plegarias a uno de los millones (según ellos) de los dioses de la religión hindú.

Cómo olvidar las distintas tonalidades del blanco y rosa de los mármoles que construyen el famoso "Taj Mahal". Sus jardines rodeados de fuentes y grandes mezquitas que escoltan esta magnífica obra de arte que parece sacada de un cuento de "Las Mil y Unas Noches".

Los palacios y fuertes del estado de Rajhastan. Su gente, fiel a sus tradiciones. Hombres con largos turbantes enrollados en sus cabezas que de alguna forma decoran el aspecto curtido de sus rostros. Quizás castigados por los implacables efectos del sol, el tiempo y la arena.

El monzón no llegó aún. Esa época del año en que todo se vuelve más húmedo y lluvioso, aunque en esta parte del mundo las lluvias pueden significar más alivio o más calamidades. Depende desde que óptica se lo mire. Más calor, más inundaciones. El agua también como bálsamo a la tierra sedienta de cosechas.

 

Esos instantes me lo borran repentinamente. Por altavoces nos llaman para el embarque al vuelo de Air France. No me queda más remedio que despedirme de este maravilloso lugar. Cuna de una de las civilizaciones más antiguas del planeta. No me voy sin antes prometer que volvería. Algún día, otra vez...

 

INFOGRAMA INDIA

Idioma: hindi, inglés

Moneda: 46 INR (rupias) = 1 USD

Documentación necesaria: pasaporte y visa   

www.india.gov.in

 

 

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